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Mostrando entradas de abril, 2021

Vida y lluvia.

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    La lluvia se anuncia con viento intenso.   No veo un cielo amenazante sino uno cuyas nubes grises guardan la promesa de renovar el ciclo de la vida.   Así, en silencio y con la hoja en blanco, espero la caída de la primera gota.   Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

Destemplanza.

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    Ya lo ves, estoy ahí. Mi cuerpo permanece en este espacio limitado por paredes mientras mi espíritu se ha escapado y se encuentra en otra parte, lejos.   El viento del Cantábrico hace hablar al mar. Percibo el frío al escuchar el ir y venir de las olas. Ellas son un murmullo que se convierte en melodía, una canción de cuna yendo al compás de un corazón que no es el mío.   Esos latidos me guían, me llevan, son mis ojos, mis pasos y mi brújula ante lo incierto.   Te quiero en la vigilia tanto como te deseo mis sueños.    Me nace una sonrisa al saberte cerca mientras mi espíritu vaga a deshora. Sonrío porque a veces deseo controlarlo todo y me doy cuenta que estoy en medio de un camino nuevo. Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

Veintiuno.

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    A veces juego y encuentro magia en los números.   Veintiuno puede ser doce y también puede ser tres.   En tres se divide el tiempo, es el pasado, presente y futuro. En la triqueta del espíritu, mente y cuerpo se encuentra la unidad. Vida, muerte y renacimiento.   Doce como ciclo que constituye un año, meses en que el mundo tarda en dar una vuelta al sol. Doce constelaciones que rigen signos, doce en el reloj señalando el mediodía y enamorando a medianoche.   Veintiuno es el día marcado en el cambio de estaciones, solsticios que indican el movimiento de la vida que nace en primavera y dormita pacífica durante el invierno.    El veintiuno es algo que nos acerca: es el día en que dimos el primer respiro en esta vida, cuando nuestros ojos se cegaron ante la luz intensa del mundo que nos recibió.   Hoy no quiero saber acerca del azar, por favor no me hablen de datos y estadísticas que no deseo escuchar.   Soy alguien que sueña y encuentra...

Quemar las naves.

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    Estoy cansada de pagar por aquello que yo no he roto.   La historia de aquellas relaciones que resultaron mal te hicieron aprender lecciones pero yo pago las consecuencias.   Parece que no volverás a confiar, no importa que demuestre mil y una veces que soy distinta a las personas de tu pasado.   No me gustan los corazones cobardes, Evgeni, atados con cadenas y siete candados con el pretexto de que la experiencia dicta y manda que todos estamos hechos bajo un mismo molde.    No soporto las almas que no se entregan, que ya no confían porque algo se ha muerto en ellas.   Ya no me detendré, no me lastimaré en la espera.   A veces, en mi frustración, quisiera ser como tú. Enjaular mi corazón y dejarlo asomarse solamente bajo ciertas circunstancias. No detenerme aunque hiera a terceros que no lo merecen.   Evgeni, ya no puedo. No me perderé amando, nada hará que vuelva a perder mi camino intentando comprenderte.  Texto: Kena Rosas. ©...

Siempre. Nunca.

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    Me dijiste que no te irías de mi lado, que nunca me abandonarías.    Siempre confíe en ti.   Hoy, sin consuelo, la muerte se lleva tus promesas y todas aquellas palabras de amor dichas en voz alta. Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

Un mismo nombre. Cosas aprendidas en un consultorio médico.

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    Existen nombres que significan. "Enrique" es uno de ellos y lo comparten dos médicos que, en distintas épocas, tuvieron un papel esencial en mi vida.   El primer Enrique fue mi médico familiar por muchos años. Su personalidad paternalista calzaba muy bien con mis dudas acerca de la vida y me hizo llevar mejor las dolencias casi siempre relacionadas a la colecistectomía que no pude evitar.    A él le perdí el rastro poco antes del encierro forzoso y es alguien a quien extraño con frecuencia. Lo extraño no solamente por sus diagnósticos siempre acertados sino por todas esas veces que me escuchó.   Él supo de mis alegrías, fue testigo de mis lágrimas, fue mi confidente y consejero.    Más allá de ser mi médico, el primer Dr. Enrique del que hablo fue lo más parecido a tener un papá.   Hace seis años, justo en esta fecha, conocí al segundo Dr. Enrique de mi vida. Tres sesiones con él bastaron para poner en orden la tormenta que yo estaba atra...

Soltar amarras.

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    Mi corazón que es un gorrión, observa tus miedos amarrados al ancla que tiraste en la oscuridad. Ellos, tus miedos, lucen inamovibles, anudados entre tu piel y tus huesos.   Quizá es que estás buscando certezas o intentando controlar todo aquello que por naturaleza no puede ser previsto.   Debes saber que no me asustan tus miedos.    Yo, que sueño, permanezco como un testigo mudo, aprendo a vivir día a día con esas ráfagas de viento que son felicidad y me invitan a volar en tu cielo.   Quizá, desde donde estoy, no he medido las consecuencias de tocar lo intangible antes de perderme en tu piel, piel deseada y que guarda todo aquello que trasciende.   A lo mejor es que nací en la época equivocada o que mi esencia duerme entre ideas obsoletas y fantasmas. Posiblemente debería ser un tanto estoica, pragmática o acercarme a la ataraxia.   Dicen que cada uno ata a sus demonios transformados en miedos.   ¿Y si tú sueltas amarras? ¿Qué pasar...

Hadas y monstruos.

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    Las personas pensaban que vivía un cuento de hadas pero, a veces, los cuentos se tornan pesadillas.   Un día, quienes decían conocerme, no lograron diseccionar mis pensamientos ni mis actos. Como no comprendían lo que pasaba, simplemente me catalogaron como "loca".   Mi locura fue la distancia necesaria para que él ya no me hiciera daño.   Aislada, alejada y herida, comencé a juntar las piezas de mi ser.   Contra todo pronóstico, sobreviví.   Sigo aquí. Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

Pequeñeces.

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    Casi siempre guardo silencio cuando, como revelación, encuentro una forma distinta de apreciar las cosas.      Así tomó posesión la noche, en calma.    Me conmueven mis sentimientos más dulces, casi pueriles, donde el amor es fuerza creadora. Dicen que soy ingenua porque no comprendo la complejidad de la vida, las dobles intenciones o la maldad que reside en ciertas personas.    Puede que sea verdad pues prefiero quedarme con las cosas pequeñas como el sol y el viento, la lluvia y la naturaleza. Me gusta escuchar otras voces, reunirme alrededor de una mesa donde puedo respirar paz, disfrutar en salud y donde agradezco que hay de comer y de beber.    Me gusta aprender y apreciar tu vida.   Aunque mis ojos a veces sean diluvio, aunque no me comprendas, sigo construyendo algo significativo, profundo, algo que vale la pena la espera.   De manera sutil, seguimos el mismo camino enriquecido con otra cultura y otra visión. ...

Intimidad.

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  He confiado, he mostrado mis sentimientos exponiendo mi interior sin secretos.   Dicen que es malo fiarse de alguien pero yo he revelado parte de mí.    Si alguna vez hice mal en confiar, ya he pagado el precio cuando me detuve por quien no intentó comprenderme.   Si mi corazón levantó murallas y en algún momento se convirtió en metal rígido, has demostrado que con tu fuego es capaz de ser fundido.   Descubro, con nuevos ojos, lo que siempre estuvo ahí pero no miré con la atención debida.   Confío porque se trata de ti. Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

Sesión.

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    Y las ganas de amar terminaron asustadas en la sesión con un psiquiatra. Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

Señales II.

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    No hay cartas, posos de café, runas o líneas en las manos que interpreten lo vasto de la vida. Si acaso, con suerte, algunas señales disfrazadas de casualidades no serán invisibles a nuestros ojos.    En la normalidad de lo cotidiano, de lo que se repite día a día, a veces percibimos un detalle, algo inesperado que nos habla al oído esperando ser interpretado.   Si el destino se edifica con decisiones, quizá esas señales revelan mensajes que se unen como puntos de una constelación.   Destino, vida, ciclo.   Magia, esperanza, sueños.   Torpemente, sin dirección clara, intentamos diseccionar la razón y el deseo sabiéndonos infinitamente pequeños. Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.