Un mismo nombre. Cosas aprendidas en un consultorio médico.

 


  Existen nombres que significan. "Enrique" es uno de ellos y lo comparten dos médicos que, en distintas épocas, tuvieron un papel esencial en mi vida.

  El primer Enrique fue mi médico familiar por muchos años. Su personalidad paternalista calzaba muy bien con mis dudas acerca de la vida y me hizo llevar mejor las dolencias casi siempre relacionadas a la colecistectomía que no pude evitar. 

  A él le perdí el rastro poco antes del encierro forzoso y es alguien a quien extraño con frecuencia. Lo extraño no solamente por sus diagnósticos siempre acertados sino por todas esas veces que me escuchó.

  Él supo de mis alegrías, fue testigo de mis lágrimas, fue mi confidente y consejero. 

  Más allá de ser mi médico, el primer Dr. Enrique del que hablo fue lo más parecido a tener un papá.

  Hace seis años, justo en esta fecha, conocí al segundo Dr. Enrique de mi vida. Tres sesiones con él bastaron para poner en orden la tormenta que yo estaba atravesando.

  Siendo el especialista que es, confieso que me sorprendió la forma tan cálida en la que me hizo conectar a esta mente (que sueña y se va lejos), con este corazón que ama y late con naturalidad.

  En una de esas sesiones me grabé una frase tan simple como profunda: "Ámate para amar sin miedo."

  Ese hombre de ciencia y yo hablamos mucho. Hablamos acerca de las parejas, del amor y de encontrar la valentía para salir de esas relaciones que por una u otra causa no terminan por funcionar.

  Con él comprendí que no se debe perder de vista el conocimiento emocional que se va adquiriendo. Puedo traducir y plasmar en palabras cualquier experiencia acontecida en vidas ajenas o en mi vida.

  ...La única desventaja es que no hay manera exacta de describir un beso, una caricia, una mirada, el inicio o el final de un amor. Definir es limitar y no se puede explicar ni delinear aquello que es intangible e inalcanzable en palabras. Quizá, con suerte, se pueda ofrecer una idea aproximada de los pensamientos y las sensaciones que habitan entre el corazón y el cerebro.

  Respecto a mis médicos, no hay mucho que pueda añadir sobre sus vidas fuera del consultorio.

  Casi puedo asegurar que mi nombre y rostro se han diluido entre el mar de personas con las que han tratado a lo largo de sus vidas profesionales.

  Yo, confieso, tiendo a formar lazos (no siempre recíprocos) con personas que han marcado alguna historia en mi camino.

  Justo hoy, en el aniversario de la segunda vez en que la muerte me miró, traigo a la mente a esos médicos que comparten un mismo nombre.

  Ninguno de los dos sabe que en mi espíritu llevo cierta fortaleza aprendida gracias a ellos. 

  A los dos los pienso, a los dos los recuerdo.

  Soy afortunada pues no todos los días se encuentran médicos que ayudan a aliviar el dolor (físico o emocional) de forma tan sincera, tan humana, tan cercana.



Texto: Kena Rosas.

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