Leer el cielo, el significado de las nubes, escuchar a la Naturaleza, el lenguaje de la luna. Todo ello es conocimiento que adquirí de las mujeres que me preceden, desde mi madre hasta mi bisabuela. No poseo su sabiduría, si acaso una mínima parte de ella. La vida siempre va hacia adelante y dista de lo que, en su momento, vivieron todas esas mujeres de mi vida. Parte de mi niñez transcurrió alejada de la ciudad, en paisajes verdes de árboles frondosos y campos relucientes, principalmente de plantíos de maíz y frijol. La claridad del cielo nocturno y las estrellas es un recuerdo nítido en mi memoria. Quizá por eso me enamoré de la noche, de su calma y aprendí a escuchar los sonidos que, cuando se presta atención, también anuncian la existencia de vida. Elijo la noche para escribir porque estoy más en contacto con mis sentidos. Ella representa para mí la tranquilidad lejos de las actividades del día, del trabajo, del barullo acumulado de voces, del tráf...