La profundidad de mis raíces.
Leer el cielo, el significado de las nubes, escuchar a la Naturaleza, el lenguaje de la luna. Todo ello es conocimiento que adquirí de las mujeres que me preceden, desde mi madre hasta mi bisabuela.
No poseo su sabiduría, si acaso una mínima parte de ella. La vida siempre va hacia adelante y dista de lo que, en su momento, vivieron todas esas mujeres de mi vida.
Parte de mi niñez transcurrió alejada de la ciudad, en paisajes verdes de árboles frondosos y campos relucientes, principalmente de plantíos de maíz y frijol.
La claridad del cielo nocturno y las estrellas es un recuerdo nítido en mi memoria. Quizá por eso me enamoré de la noche, de su calma y aprendí a escuchar los sonidos que, cuando se presta atención, también anuncian la existencia de vida.
Elijo la noche para escribir porque estoy más en contacto con mis sentidos. Ella representa para mí la tranquilidad lejos de las actividades del día, del trabajo, del barullo acumulado de voces, del tráfico, de una ciudad que respira e impone sus reglas.
Es muy fácil extraviar la brújula en el caos, así que cuando siento que me consume la prisa y el desconcierto, vuelvo a mi origen: respiro y miro el cielo, su color, sus nubes.
Me concentro en el corazón que late en mi pecho, ese que ama incansablemente, el mismo que se convirtió en un gorrión y vuela entre la esperanza de lo deseado y lo aprendido.
Este corazón sueña despierto, sueña en presente y en futuro, sonriendo ante las pequeñas cosas y llevando en cada latido el misterio mismo de la vida que guarda todo un universo.
Con mi instinto voy navegando, afrontando con valor las injusticias, el egoísmo colectivo y toda aquella oscuridad que lo inhumano ha abrazado.
No vivo en un cuento de hadas, no ignoro la maldad en el mundo que cae como un velo pesado. Pero elijo creer, ser fiel a lo aprendido, a escuchar mi naturaleza, dar voz a todo aquello que me va conformando.
Elijo, por sobre todo, al amor que me acompaña, la paz del espíritu, la coherencia de los actos, la verdad en las palabras, la comunicación de los sentimientos, el cambio ejercido en acciones, la empatía frente al dolor, el enseñanza del tiempo, la esperanza frente a la incertidumbre.
Protejo la esencia de mi corazón al escuchar a la Naturaleza, a ese cielo, a esas nubes, a esa luna.
Confío en la sabiduría heredada, en sus voces, en las vivencias que hoy me han hecho cruzar caminos y recorrer nuevas veredas.
Mis raíces son las que en esta vida me han mantenido en pie.
Mis raíces, hoy lo sé, son muy profundas.
Texto: Kena Rosas.
©Todos los derechos reservados.
❤🌊❤
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