El cuarto ciclo.
La ciudad nos recibió con una mañana fría. No es raro que en esta época del año descienda la temperatura, pero el frío golpeaba el amanecer con severidad.
El trayecto del aeropuerto al hotel es de escasos minutos. Ni Fabio ni yo disfrazamos el cansancio, pero aún así conservamos el buen humor.
Si algo he aprendido en el último año, es que a pesar de los días que pueden parecer repetitivos ante la costumbre, la vida no es anodina.
Puede que mis días no son enteramente épicos o emocionantes y que tienden más hacia la practicidad, pero los sigo alimentando con curiosidad, asombro y anhelo. ¿Qué sería de mí si mis pensamientos no transitaran entre lo cotidiano, la esperanza y los sueños?
Aprendí que hay veces en que la muerte es el consuelo y la felicidad para quienes se consumen en el sufrimiento y el dolor que ya no pueden remediarse.
Detrás de las lágrimas quedan los recuerdos que solamente con el tiempo se convierten en pequeñas sonrisas. La razón y el sentimiento a veces no coinciden y se contradicen, pero llega un momento en el que regresa la calma.
Hay ausencias que nunca pasan desapercibidas.
Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.
Imagen con finalidad ilustrativa, los derechos pertenecen a su respectivo autor.
Comentarios
Publicar un comentario