Hogar.

 

  Sé que mi ausencia ha sido prolongada. Debo confesar que a veces estoy inmersa en tantas cuestiones que pierdo la noción del tiempo. De alguna forma y a pesar de todo, no dejo de ser yo.

  Decidí alejarme, abandonar las vidas que parecen perfectas bajo la luz azul y me he guardado toda clase momentos, desde los pequeños hasta los más ingratos. 

  A veces revelo tanto sobre mí que necesito intervalos de soledad para cultivar mis palabras.

  En esta ausencia elegí como refugio un lugar rural. En la medida de lo posible me alejé de todo contacto virtual para apreciar lo cotidiano y notar lo extraordinario de una manera más vital. 

  He adquirido la costumbre de despertar al amanecer y tomar su promesa de un nuevo día. A lo largo de las horas tiendo a valorar mucho más la privacidad, escucho las ideas que surgen en el silencio y me enamoro del misticismo de las luces bajas al caer el sol.

  Sé que ha llegado el momento de volver a casa y reencontrarme con el hogar que me acompaña a todas partes. Me abrazará su candor al tiempo en que disfrutaré del sentido del humor de quienes amo y me aman. Volveré a escribir entre paredes blancas, hablaré de cualquier cosa que me parezca mágica, tomaré café recién hecho y el sentido común me recordará que no debo consumirlo tan a menudo.

  Puedo estar a miles de kilómetros, pero tengo la fortuna de habitar un lugar con historia, compañía y pertenencia. 

  Hoy quiero que el engaño me seduzca. Hoy quiero pensar que mi hogar es y siempre será inmutable.

Texto: Kena Rosas. ©Todos los derechos reservados.

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