Claridad.
Me gustan las historias sencillas, historias de una vida que se va construyendo entre días tranquilos e intensos, dependiendo del momento y de la naturaleza incontrolable de ciertos eventos.
En este universo tan incomprensible es poco realista el deseo de paz eterna. A pesar de saberlo, apago toda lógica e imagino lo que sería ganarle al tiempo.
No deseo inmortalidad o trascendencia absurda. Quiero tiempo para aprender y disfrutar de las cosas pequeñas. Quiero tiempo para saborear las maravillas que suelen ocurrir una o dos veces en la vida.
Me he asombrado y he recibido sorpresas agradables, he llorado de felicidad y también he derramado lágrimas de tristeza ante lo que no se puede evitar.
Llevo conmigo la experiencia de los días, pensamientos y vivencias que solamente la mala memoria desvanecerán.
Por primera vez en mucho tiempo he abandonado los pensamientos en espiral que me hablaban con insistencia acerca de la persona que fui y que ya no volverá.
Aunque no he conseguido toda la tranquilidad deseada en mi vida, ha cambiado la forma en la que aprecio los días. Mis dudas se diluyen, mi camino se aclara.
Me gusta la discreción, me gusta lo sencillo, me gusta la intimidad de las palabras y las miradas que solamente pertenecen a un espacio de dos.
Puede parecer lo contrario, pero en mi vida ya no reina el silencio. He aprendido a llamarte en voz baja, en el volumen preciso para que puedas encontrarme en mi laberinto.
Texto: Kena Rosas.
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