Lucidez.
El alba y el atardecer construyen un puente que une dos vidas, ambas tan misteriosas como vibrantes.
Transito por ambas, yendo entre lo cotidiano que ocurre bajo el sol y la paz que otorga el silencio mientras llegan pensamientos vacuos, de espera, de esperanza o de fe.
Me reconcilio poco a poco con el tiempo, con las calles y las luces, con la gente que en esta misma ciudad va inmersa en un océano de ideas y sentimientos.
Me consuela la respiración frente al ansia y me maravillan aquellas pequeñas cosas que pueden parecer ordinarias.
Es el sol, es el cielo, son las estrellas tímidas que alcanzo a ver tras la ventana.
Es la naturaleza urbana, su fauna y las aves cuyos cantos llegan cuando va aclarando el alba.
Consuelo a mi ser encontrando un espacio lejos de aquello que nubla mi mente.
Encuentro la pausa para escribir, soñar e imaginar. Elijo las palabras para dibujar en actos aquello que anhelo alcanzar.
Respiro y me concentro en los latidos que indican que el tiempo, a pesar de que va restando vida, me sigue dando la oportunidad de acertar y equivocarme mientras recorro los caminos.
A veces, como hoy, veo claramente que aquel puente entre vidas guarda el significado de un aprendizaje que no termina.
Texto: Kena Rosas.
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