Lo eterno.
Si tuviera que elegir una palabra para regalarle a Fabio, sería "eterno".
Dicen que no hay sentimientos ni sensaciones imperecederas pues todo en este mundo caduca y es absolutamente finito.
Quizá se diga todo eso porque la inmortalidad es tan temida como deseada, pero hoy no hablaré de lo curioso que me parece el decidirse a vivir hasta el momento en que se siente cerca la posibilidad de morir.
La última vez que vi luciérnagas fue en una madrugada de agosto. Aquella noche de verano había sido algo accidentada pues Fabio y yo extraviamos el camino hacia la pequeña casa que habíamos alquilado por unos días.
En aquel sitio, tan agreste como tranquilo, vimos encenderse poco a poco aquellas pequeñas luces que parecían titilar entre los árboles.
Siempre he pensado que las luciérnagas son estrellas terrestres. Ellas son algo tan misterioso y tan vivo que cualquier explicación científica sobre la manera en que producen su luz me parece poco satisfactoria.
El universo es tan gentil que nos permite ver las estrellas que ya están muertas. Y aquí, en la tierra, la Madre Naturaleza nos regala la luz viva de las luciérnagas.
Cada día vivimos entre lo finito y lo eterno.
Fabio me cree cuando digo que en el caos de otras vidas lo buscaré en todas partes, sin importar la época o la geografía. Me gusta regalarle palabras que me significan.
Solamente con Fabio puedo compartir mis ideas, mis desvaríos o mi fascinación. Y sea en este noble cosmos o en cualquier otro, paralelo o alternativo, hallaré su mirada que encierra certezas.
Texto: Kena Rosas.
©Todos los derechos reservados.
👌🍻
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