Sosiego.

 


  Escucho el murmullo del agua y el rumor del viento.

  Más allá, distingo la conversación de las aves que se equilibran entre las ramas. Algunas alzan su canto por encima de las copas mientras otras emprenden el vuelo buscando refugio antes de que la niebla caiga y lo inunde todo.

  Es fácil perder el sentido del tiempo cuando los relojes se convierten en objetos inútiles.

  El frío va rodeando mi cuerpo en un abrazo que aprisiona. Me pregunto si la humedad que percibo en mi rostro es el rastro de partículas de agua condensadas sobre mi piel, o son lágrimas que van cayendo en silencio.

  Mi cuerpo será alimento: se desintegrará hasta los huesos y de él crecerán plantas, hongos, musgo y flores. 

  La muerte, de nuevo, da paso a otra vida.

  Los últimos latidos llegan y los pensamientos se van adormeciendo. No me resisto a lo que vendrá.

  Así, en la quietud y la oscuridad, de pronto todo cobra sentido.


Texto: Kena Rosas.

©Todos los derechos reservados.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El segundo ciclo.

Soles.

Lo eterno.