Posibilidades.

  Hay quienes dicen que el café y la literatura van de la mano, yo diría que el café y los libros son maravillosos sin importar si van juntos o por separado.

  He elegido una pequeña mesa de la terraza cuya vista da directo a la fuente principal del parque. Me gustan los jardines y parques, ellos son de los pocos espacios públicos que dan un respiro a la ciudad y son refugio de todo tipo de personajes.  

  Las librerías con cafetería también son sitios que vibran entre el silencio y las charlas discretas.

   Me despojo de los guantes y pongo el móvil en silencio. Poco después, Fran camina hacia la mesa y toma asiento frente a mí. Tiene la barba bien cuidada y lleva un suéter de lana gris con cuello alto que bien podría pertenecer a cualquier época por ser de corte clásico.

  Me gusta que Fran mira directamente cuando habla. Las arrugas de sus ojos me parecen más profundas, signo inequívoco de lo mucho que le gusta sonreír.

  Tenemos una pequeña charla sobre la temperatura que ha descendiendo más de lo esperado esta noche. "Si cae nieve vas a jugar al aire libre, ¿verdad?", me pregunta.

  Supongo que soy predecible o quizá es que Fran me conoce demasiado. 

  Hablamos sobre las decisiones que traen posibilidades. Todas ellas cierran y abren puertas, son encuentros y despedidas, incertidumbre y esperanza.

  Noto que el interés y amor que siento por él siguen ahí. Pese a todo lo que ha pasado en nuestras vidas hemos sido puntuales en nuestro encuentro.

  Fran piensa que somos adictos a las palabras y no se equivoca. Me gusta pensar que las palabras, el café y los libros también nos fueron uniendo a través de los años.

  Todos sabemos que las promesas se respaldan con acciones, pero también es verdad que lo dicho y lo escrito son pruebas irrefutables que evocan.

  Fran se alegra de este reencuentro tanto como yo, hoy sabemos que nuestra separación fue absurda y producto de la inmadurez.

  Aquí estamos, en un presente con la experiencia a cuestas y con una mirada distinta que nos otorga una puerta abierta. Lo importante de esta noche es descubrir si Fran y yo cruzaremos el umbral o echaremos el cerrojo y tiraremos la llave para no buscarla más.

  Minuto tras minuto confesamos nuestros miedos, revelamos lo deseado y escuchamos atentamente todo lo que tenemos que decir para iniciar con una página nueva.

  Luego, lo realmente importante ocurre terminado el café y caminando por la acera.

  Es imposible disfrazar mi nerviosismo en el taxi que Fran y yo hemos tomado rumbo a la que siempre he visto como nuestra casa. 

  Y así, en este espacio de paredes blancas que guardan la memoria de nuestros días, y en la tibieza ajena al frío de la madrugada, sabemos que no nos separaremos cuando el sol golpee las persianas. 

  Fran no ignora que ha merecido la pena atravesar el país y ver paciente el transcurso de las horas para llegar a este momento tan específico. 

  Las miradas no mienten y la piel solamente deja al descubierto que seguíamos presentes en esos años que no lo estábamos. 

  Hay muchas cosas que aún se necesitan hablar y explicar, pero esta noche simplemente nos perdemos en la certeza de que en nuestra historia no somos desconocidos ni extranjeros.

Texto: Kena Rosas.

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