Monedas.

 


  ¿La alegría en los ojos de Jon es heredada? No me sorprende que su alma creció sin muros ni pretensiones. Ella fue regada y nutrida con cuidado, recibiendo sol y sombra según lo requerido.

  Quizá si él hubiera crecido de otra forma se habría empañado su magia.

  Pienso en todo ello mientras observo las monedas que Jon me entregó la última vez que nos vimos.

  En cada moneda se puede ver un tren en movimiento, está perfectamente acuñado sobre vías bien definidas. Dos de las monedas son tan brillantes que parecen recién salidas de la prensa, pero la tercera muestra profundos rastros de desgaste.

  Para mí, el valor de cada pieza radica en las manos que me las entregaron y no en su denominación. 

  Sé que el regalo no ha sido casualidad pues cada moneda que Jon me ha dado lleva un significado.

  La vía es el camino y la máquina el movimiento.

  Las marcas son pasado en contradicción con lo que hoy vivimos y que guarda su distancia con lo que vendrá.

  No olvidamos que el futuro es azar ni que la única seguridad en la incertidumbre es una apuesta a cara o cruz.

  Los dos sabemos que las huellas no pueden ser borradas, pero que el cuidado de lo que es presente posee un reflejo en mañana.

  Cada moneda es un deseo de vida que guarda como un tesoro lo que es historia, protege el momento que se respira y comprende la fortuna de poder soñar.

  Por fin comprendí la connotación del tiempo. Jon sabe que no perderé las monedas en una mano de cartas ni las gastaré en máquinas tragaperras buscando el significado que siempre ha estado ligado a mi vida.


Texto: Kena Rosas.

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