Espera.
La noche más larga del año ha dado paso a la luz del primer día de invierno.
Nunca he llegado tarde a mi cita con el solsticio, pero es el primer año en el que Fabio no se encuentra aquí.
Su ausencia me parece tan profunda que a veces pienso que él solamente ha sido un desvarío de mi mente intrincada.
Ahora que en este inicio de invierno no está, sueño con los días que transcurrían felices. Días de pasear, hablar mucho, sentarnos para disfrutar de la naturaleza, días de besos sorpresivos. Pienso en esos días cuando regresábamos a casa y nos servíamos una taza de té que dejábamos a medias pues terminábamos en el dormitorio con la ropa esparcida por la pieza y las sábanas revueltas.
Imagino ahora mismo que Fabio está junto a mí en este día que comienza. Tomamos la primera taza de café de la mañana. Desayunamos juntos mientras me cuenta lo entusiasmado que está preparando la nueva investigación que tiene ente manos. Yo lo escucho y disfruto de esa pasión que solamente ha incrementado con los años.
Fabio y yo hemos cambiado, ya no somos tan jóvenes y en nuestra piel está marcado el paso de los años. Desde siempre supe que solamente con él podría hacer frente a la rutina y la costumbre. Aún me gusta su mirada, aún aprecio esa sonrisa tan sincera que posee.
En la ensoñación que ahora me tiene presa, imagino que Fabio y yo nos encontraremos en un punto medio por la tarde y le sonreiré a la distancia sintiéndome feliz y plena al saberme amada.
¿Él sabe que lo amo? ¿Lo nota en cada gesto, en cada caricia, en cada mirada, en cada beso? ¿Sabe que pese a la dificultad de algunos días lo he amado en cada momento?
Fabio es sol, brújula, camino y destino. Él es puerto, mi lugar seguro, es un remanso de paz entre corrientes bravas.
No imagino una vida sin Fabio. En nuestra individualidad sé que somos mejores cuando estamos juntos.
Y mientras lo pienso en esta mañana fría, espero su regreso.
Texto: Kena Rosas.
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