Alfa y Omega.

 


  No es fácil encontrar el delgado equilibrio entre la levedad y el peso.

  La piel nos llama, mezclada en coincidencia con la mente que se pasea por laberintos que siguen un camino nuevo, descubierto entre lo que tantas veces creímos acostumbrado y aprendido.

  Basta una mirada para que el deseo primigenio nos haga perder pie. Desciframos la pertenencia que nos sabe a hogar y logramos congelar el tiempo a placer.

  Y este encuentro que guardamos celosamente, conseguido de una manera inexplicable, es quizá la prueba que convierte a la buena fortuna en algo palpable. 

  Somos dualidad. Alfa y Omega. 

  Y una vez más sonrío porque eres real.

  Gracias por las palabras.

  Gracias por el silencio.

  Gracias por las miradas.

  Gracias por el sendero.



Texto: Kena Rosas.

©Todos los derechos reservados.

 



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