Una mañana de invierno.
Me convertí en madre de un niño que no abrió sus ojos.
El dolor físico se olvida con las horas pero no la impresión, el desconsuelo y la sorpresa de ver un pequeño cuerpo, envuelto en su saco, tibio y muriendo sin más qué hacer.
Las estadísticas insensibles hablan de los abortos espontáneos en el primer trimestre de gestación. Los médicos, acostumbrados a esos casos, hablan con frialdad sobre la pérdida.
Y las culpas danzan y las preguntas se acumulan conforme la incredulidad va dando paso a la brutalidad de los hechos.
"¿Y si hubiera hecho eso? ¿Y si hubiera hecho aquello? ¿Y si hubiera...?"
Y la vida sigue, no espera, se toma su tiempo para dar respuestas. Deberé esperar hasta que el tiempo me haga comprender a fondo la pérdida.
Me convertí en madre el día más frío de todo el invierno.
Texto: Kena Rosas.
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Desgarrador. Pero incluso, de entre el desgarro, haces aparecer lo poético.
ResponderEliminarA eso se le llama aportar luz.
Gracias.
❤��❤
Lo siento! Penso - ainda que com tristeza - que esse acontecimento, te torna um espírito poderoso, com profundo conhecimento sobre a alegria e a dor.
ResponderEliminarEu quero te deixar aqui, um grande abraço no coração com calor e amor à tua humanidade.
Muito obrigado por suas palavras. A experiência nos torna mais fortes em vida e alma.
EliminarEu te envio um grande e caloroso abraço também.