Solsticio.

 

  Es un día especial.

  Oliver se levantó más temprano de lo normal. Dormí unos veinte minutos sin haberme percatado que él había abandonado nuestra cama.

  El olor a café me despertó. Descendí las escaleras aún adormilada y llevando a Póllux entre mis brazos. Ella, como siempre, movía frenéticamente la cola esperando ser  puesta en el piso para correr directo a la cocina.

  Oliver y yo hemos creado un ritual que repetimos cada año en esta fecha: Él y yo nos levantamos temprano para disfrutar el primer amanecer invernal.

  Cada pareja va construyendo sus propias rutinas, costumbres y rituales, es parte natural de la convivencia.

  Nuestra "celebración de solsticio", en realidad, comienza un día antes de la llegada del invierno. Oliver y yo vemos el último atardecer de otoño y dormimos temprano para despertar mucho antes del amanecer del día 21.

  En el primer día de invierno preparamos una cena especial que coronamos con una tarta de frutos rojos y vino. Esta fecha es, para nosotros, más importante que la llegada de la Navidad que generalmente es una celebración bulliciosa. Nuestro solsticio, en cambio, es algo absolutamente íntimo. 

  Oliver y yo festejamos el cambio de estación. Celebramos la cosecha de vivencias y experiencias acumuladas a lo largo de un año para dar paso al invierno. Para nosotros es significativa la transición invernal como fin de un ciclo y la llegada de la primavera como un renacimiento.

  Al caer la primera noche de invierno, la más larga de todo el año, encendemos una pequeña vela como agradecimiento a la vida.

  No es raro decir que tenemos días de todo tipo. No somos perfectos ni infalibles, tenemos múltiples defectos y cometemos errores. La rutina a veces parece absorbernos entre las cosas mundanas... pero llegar a este día con la certeza de estar en el momento y lugar que hemos elegido, es un lazo más fuerte que habernos acostumbrado a nuestras manías.

  Somos afortunados. 

  Ayer vimos el último atardecer de otoño y hoy estamos esperando el amanecer. Bebemos café envueltos en una manta mientras Póllux es una pequeña bola de algodón acurrucada en el sofá, siempre a nuestro lado. 

  El silencio nos invade, es un silencio profundo, disfrutable ante la salida inminente de ese sol que un año más nos sigue viendo juntos.


Texto: Kena Rosas.

©Todos los derechos reservados.



Comentarios

  1. La vida y el amor están hechos de pequeños instantes, de ritos... y hasta de manías...He leído con mucho placer la historia, Kena, y me parece muy hermoso lo que hacen la pareja de tu relato...

    Y me ha recordado como despediámos el año nosotros cuando viviámos cerca del mar. Caminábamos hasta la playa, solitaría, pues todo el mundo andaba festejando con comidas y fiestas. Una botella de cava bien fría dos copas de cristal en la mochila, nos sentábamos mirando al mar y mientras brindábamos por una nuevo año lleno de esperanza, hacíamos un pequeño balance del año que terminaba... Es algo que nos hacía sentir más unidos y únicos.

    Celebremos que hemos sobrevivido, Kena, y ya habrá otras Navidades o Solticios que festejar con quien nos apetezca con abrazos y besos sin restricciones.

    Un abrazo para ti,

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    1. Es una maravillosa tradición para recibir un nuevo año. Gracias por compartirla conmigo, Tesa. Te envío un abrazo enorme, celebremos la vida. Besos.

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  2. Respuestas
    1. Gracias por visitar mi espacio. Soy de las personas que piensa que el amor se construye día a día y también hay cierto encanto en la costumbre. Saludos desde este lado de la pantalla.

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    2. gracias por dar comentarios y saber vivir tu vida tan bien
      te felicito

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