Un día.


  El olor de tu piel se diluyó con agua tibia. La memoria de mi cuerpo, en cambio, sigue sintiendo tu cercanía, tu toque en cada caricia.

  Mi memoria es incapaz de olvidar tu voz, llamándome. 

  Y mientras mi cuerpo y mi mente me sacuden, tú duermes profundamente entre las sábanas revueltas.

  Nos encontramos muy temprano en esta vida. Fuimos jóvenes, tontos, inexpertos e idealistas. 

  Esta misma vida, que nos ha trazado historias, se ha encargado de hacer del pasado este nuevo presente. Hoy somos un inicio tangible, deseado.

  Hoy somos un día, solamente un día.

   Una habitación. La mirada y la memoria de ser los mismos que nos conocimos y, al mismo tiempo, vernos distintos ante el espejo. En la piel llevamos la experiencia que nos han dado los años. 

  Quizá, ahora que lo pienso, hemos sido domesticados. Somos aquellos cuya visión sobre el amor se desdibujó ante la costumbre del día a día.

  Pero hoy, somos tú y yo.

  Somos este encuentro, una cama, dos cuerpos.

  Hoy logramos engañar al tiempo. 

  Hoy no interesa el mañana.

  Hoy somos el día que alguna vez fuimos.



Texto: Kena Rosas.

©Todos los derechos reservados.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El segundo ciclo.

Soles.

Lo eterno.