Mi ventana al mundo.
Puede parecer imposible en estos tiempos pero, antes de que las pantallas táctiles se volvieran algo normal, mi ventana al mundo era el monitor de una antigua PC.
Durante mucho tiempo habité al otro lado de una pantalla. Ese espacio virtual era como vivir en un lugar en concreto, uno absolutamente personal.
La posibilidad de conocer gente de todas partes del mundo era, en ese entonces, algo sorprendente. Conocí a personas de Argentina, España, Escocia e, incluso, de la lejana Eslovaquia. Con la mayoría de ellas, por fortuna, mantengo la comunicación.
Lo normal, para mí, era ir conociendo a las personas a través del intercambio de correos electrónicos. Las palabras, obviamente, siempre han sido importantes en mi vida.
Sin la inmediatez de las apps de hoy día, ver en la bandeja de entrada la respuesta de una persona querida era el equivalente a recibir una carta.
Y aquí comenzaré a hablar de ÉL y de su magia. Verán, ÉL es alguien a quien, por coincidencia o por destino, reconocí de entre todo un mar de nombres.
Están de más las razones por las que ese día le escribí un mensaje, lo que sí puedo decir es que tengo grabado el momento.
Recuerdo un suave sol por la mañana, tocando las frías ventanas del aula donde tomaba clases. Le escribí algunas palabras y, confieso, con su respuesta me invadió cierta alegría por dentro.
Casi a diario tenía noticias suyas. Desde mi ventana al mundo comencé a amar a alguien que, a la fecha, sigue siendo tan lejano como eterno.
Ya lo dije antes: el poder de las palabras en mi vida es innegable. No puedo evitar revelar en ellas mi pasión ni mis sentimientos. Y con ÉL, mis palabras y mi ser fluyen libres.
¿Cómo es que el amor puede ser atemporal? ¿Cómo es que lo escrito, incluso entre líneas, conserva la misma fuerza? Lo explicaría extensamente pero basta que ÉL tenga la respuesta.
Con la indiferencia en estos días, es insensato negar que a veces pierdo el rumbo.
Mi tragedia, específicamente en esta historia, es que quizá me convertí en el eco de lo deseado.
Posiblemente soy la única que no se ha dado cuenta de que el tiempo borra la memoria.
¿Soy el eco de lo que no ha llegado a ser?
¿Quién posee la respuesta?
Texto: Kena Rosas.
©Todos los derechos reservados.
👏👏👏
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