Tony.

 

  Tony perdió el camino. Ocurrió durante la mudanza del hormiguero hacia su nuevo hogar. La Reina, como era de esperarse, ya se encontraba instalada en sus nuevos aposentos y era custodiada por sus más fieles soldados. El resto de la colonia, era vigilada muy atentamente por el regimiento especializado en mudanzas.
 
  Aquél era un largo desfile conformado por zánganos, obreras y nanas que transportaban, lo más gentilmente posible, los huevecillos, larvas y pupas directo a su nuevo hogar.

  Desde hacía un rato, el cielo retumbaba anunciando que pronto llegaría la lluvia. Repentinamente, al caer furiosamente una gota, la fila interminable de hormigas entró en pánico.

  Las primeras en apresurar el paso fueron las nanas cuya carga valiosa no podían perder. Daba igual que las obreras terminaran aplastadas o perdiendo las reservas de comida que llevaban a cuestas.

 Entre la confusión, tropezones y empujones, Tony quedó debajo de la estampida. Se arrastró con todas sus fuerzas lejos del caos, huyendo de todo ese río revuelto y brillante conformado por su familia.

  Cuando la lluvia terminó, Tony regresó de inmediato a buscar su lugar en la fila de la mudanza.

  No supo cómo y tampoco entendía lo que había ocurrido. Tony se horrorizó al ver muertas a muchas de sus hermanas durante la confusión. Comprendió que era prácticamente un milagro encontrarse con vida y observó desconsolado aquella escena que parecía de guerra. Del resto de su familia, no quedaba nada.

  Tony quiso encontrar el camino hacia el nuevo hormiguero, intentó rastrear sin éxito. Pasó horas caminando, vagó más allá del césped crecido, atravesó una gran zona árida y finalmente volvió a encontrar vegetación.

  Sus patas ya no aguantaban, su cuerpo dolía. Tony se acercó a beber lo que quedaba de una gota de lluvia sobre una hoja caída. Siguió caminando a pesar del cansancio y, antes de que se ocultara el sol, buscó refugio para descansar y curar sus heridas.

  Aquella era la primera noche que pasaba lejos del cobijo y la protección de su familia. También era la primera vez que observaba el cielo y las estrellas agrupadas en constelaciones. Ahí, bajo el amparo de esa bóveda celeste, se sintió a la deriva. Comprendió que estaba sin lugar, sin hogar y sin propósito a seguir. ¿Qué iba a suceder con él?

  Tony pasó los siguientes días explorando el terreno cerca de su refugio. Las heridas sanaron, encontró una fuente de agua que le parecía un lago en medio de la tierra y, para su fortuna, descubrió algunos pulgones viviendo bajo las hojas de una planta vecina.

  Después de todo, por fin era feliz y comenzó a establecer una rutina que a diario seguía casi religiosamente.

  En uno de esos días soleados, lavándose las antenas en su lago particular, notó que alguien se acercaba. Cauteloso, se escondió detrás de una pequeña piedra, no podía ser visto pero sí podía observar al extraño que se acercaba.

  Resultó que se trataba de una obrera que provenía de un hormiguero que no conocía. Tony notó que ella tenía una antena rota y comprendió que, quizá por ese motivo, ella se encontraba sola. Era casi seguro que había sido exiliada de su hogar.

  Tony, sintiéndose conmovido, decidió salir de su escondite e iniciar amistad con esa extraña.

  Ella, Antonieta, le contó que llevaba vagando muchos días pues ningún hormiguero deseaba aceptarla como hermana. Antonieta le confesó que, en más de dos ocasiones, había sido echada por la fuerza de territorios ocupados.

  Tony escuchó atentamente, admirado por la valentía de aquella a la que, en una situación distinta, llamarían una simple obrera, un eslabón anónimo en una cadena que siempre se renueva.

  Cayó hechizado por Antonieta, era algo que no había sentido con anterioridad. Tony no sabía si aquello era empatía, solidaridad o quizá algo que podía definirse como amor. Sin dudarlo, ofreció refugio a Antonieta. La amistad y la cercanía entre ambos creció con el paso de los días. 

 Más rápido de lo imaginado, Tony y Antonieta se reconocieron como una familia.

  Desde entonces, cada noche miran juntos ese cielo colmado de estrellas, y cada día cuidan de su granja de pulgones ubicada debajo de las hojas de una margarita.


Texto: Kena Rosas.

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