Espectador.


   -¿Tienes una moneda?
  
  Husmeo en mis bolsillos buscando una.
  
  Acto seguido, se va a la antigua rocola y elige la canción. Me doy cuenta de que esa pregunta no fue para mí.

  La pieza comienza a tocar.

 Y aquí me tiene: escuchando nuevamente los cinco minutos y cincuenta y siete segundos de música y voz que dura la melodía.

  Si la intención es que no escuche la pelea que se viene desarrollando desde hace más de cinco repeticiones de aquella canción, no lo ha logrado. La verdad es que mi morbo está gozando al escuchar sus reclamos y suposiciones.

 Los murmullos comienzan al mismo tiempo que las miradas se tornan entre incómodas, curiosas, insistentes e indiscretas.

  Termina aquella maravillosa escena en la que ambos han gritado y perdieron el juicio. Me pregunto si se darán cuenta de que su relación está viviendo horas extras.

  Vuelvo a mi asunto. Apago el cigarrillo y bebo el último trago de mi cerveza antes de dirigirme hacia la puerta.

  La pieza termina.

  Salgo del bar y me siento un poco raro. 

  Pienso en lo extraño que es ser testigo de un amor enfermizo.



Texto: Kena Rosas.

©Todos los derechos reservados.


Comentarios

  1. que bello que escribes
    tienes luz interna en tus prosas

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    1. Muchas gracias. Me he dado una vuelta por tu blog y escribes de una manera hermosa. Espero seguirnos leyendo. Te envío un saludo enorme.

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  2. Y ser un mudo testigo de cómo un mundo, un micro mundo, se desmorona... 👏

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