En el centro del universo. Una anécdota acerca de los orígenes, la comunicación, el tiempo y el amor.
Hace tiempo estuve en el estudio de grabación que montó un amigo en su casa, era la primera vez que entraba a un estudio después de mucho tiempo.
Yo llamo a esos lugares como "centros del universo" pues en ellos ocurre algo mágico. Si te encierras y te quedas a oscuras, si te recuestas en el piso y escuchas solamente el sonido de la estática, parecerá que regresaste al útero. Es como volver a los inicios, el ambiente es tibio y parece que se está viviendo en un sueño. Lo trágico viene a la hora de regresar a la realidad pues, sin exagerar, es un alumbramiento bastante accidentado.
En mi ida a ese oscuro universo tuve tiempo para renacer. Comprendí que una parte fundamental de la naturaleza humana tiene que ver con la capacidad de comunicación.
Sigo pensando que una carencia en el idioma radica en que, desgraciadamente, no hay quien enseñe a leer y escribir con gestos, con miradas, a ver entre líneas y quitar el misterio de sintaxis distintas.
Existen tantas cosas por decir y por comunicar. No hablar desencadena tragedias que derivan en terremotos emocionales. Todo ocurre y poco cambia.
Renací en aquella última visita a ese centro del universo pues me quité un poco del polvo que llevaba encima, acumulado.
¿Es verdad que no tenemos otra opción más allá de convertimos en ceniza?
¿Qué haremos con toda la distancia que nos estorba?
Tengo la ventaja de saber que no somos un "punto y aparte". Respecto a emociones y pasiones, el tiempo nos ha demostrado que no es determinante.
Sonrío tontamente. Inicié con una anécdota y terminé con una declaración de amor.
Cariño, morir en silencio no es mi estilo.
Texto: Kena Rosas.
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