Engaño.

 

  Él la bañaba con palabras tibias y la arrullaba con cantos dulces.

  Cada noche sostenía con manos suaves los sueños que no le pertenecían.

  Cada día justificaba el silencio de las horas y la distancia acaecida entre las sábanas.

  Se negó a todas las señales que el futuro inmisericorde le anticipaba e ignoró la sabiduría que el pasado le ofrecía.

  Él comprendió demasiado tarde.

  Todo pudo ser distinto si toda esa ternura y amor que entregó se hubieran vertido sobre sí mismo.

  Texto: Kena Rosas.

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